En la Guerra
civil del 36 ambos bandos recibieron ayuda militar extrajera, más o menos
interesada, dejando en papel mojado cualquier buena intención del “Comité de no
intervención”. Los campos de batalla españoles se convirtieron así en el
escenario perfecto para poner a prueba las nuevas armas y tácticas que muchos sospechaban (¿o acaso sabían?) se
iban a necesitar en pocos años. Pero cada “aliado” tenía su propia agenda.
En la URSS el
proyecto para el “Desarrollo del Hombre Nuevo”, basado en las nuevas teorías de
Lysenko-Pavlov, llevaba adhiriendo apoyos de forma lenta pero constante desde
su puesta de largo en la Academia de Ciencias de Leningrado en 1933. Las
numerosas referencias del folklore ruso a humanos con capacidades sobrenaturales
como la telepatía o telequinesia, así como su apuesta por el condicionamiento y
transformación frente a la eugenesia fueron capaces de vencer la mayoría de
reticencias. Lo que otras naciones no dudarían de tratar como ciencia ficción
perdía allí su apellido para codearse con la física o la química.
Los primeros
éxitos permitieron aprender valiosas pero duras lecciones. Irradiar a los
sujetos con altas dosis de radiación parecía indispensable aunque disminuía
drásticamente el número de supervivientes. Además las tasas de transformación
se mantenían muy bajas y sólo mostraban alguna leve mejora si se trataba a sujetos
jóvenes y se les sometía a un nivel de tensión emocional en el límite de lo
ético. Pero las mejoras
iban demasiado despacio. Si se quería mejorar el proceso para aplicarlo algún
día a gran escala, hacían falta pruebas de campo con una muestra de población
más amplia. Y entonces estalló la guerra civil en España.
Aunque la Unión
Soviética veía en el gobierno de la República del Frente Popular un aliado
natural, la particular idiosincrasia que la formaba obligó a presentar el
proyecto ante sus distintas corrientes ideológicas de forma separada. Por un
lado estaba la absoluta confianza por parte del PCE, pasando por la prudente
gratitud del PSOE e Izquierda Republicana hasta las reticencias, a veces
impertinentes, del POUM. Solo tras la división del programa en tres zonas bajo
la supervisión de los comisarios políticos de cada formación pudo comenzar su
andadura el Proyecto para un hombre nuevo” en territorio español. A pesar de su
aparente buena intención, el gobierno de Moscú tenía muy claro que sus
objetivos pasaban por crear el mayor
número de supersoldados, estudiar su aplicación en la guerra y recuperar en
territorio soviético el mayor número. Ganar la guerra siempre fue un objetivo
secundario.
Martina E. Galindo –
La historia nunca contada sobre la participación extranjera en la Guerra Civil
española.